jueves, 25 de septiembre de 2008

“Justicia”

El actual “juicio” al prefecto del departamento de Pando, Sr. Leopoldo Fernández, llevado a cabo por el gobierno comunistoide masista, por sus procedimientos totalmente arbitrarios e ilegales, sin contraparte legal, sin pruebas de cargo, o con “pruebas” prefabricadas, y encima mal elaboradas; nos recuerda a uno llevado a cabo por la sinarquía hacen mas de 50 años y olvidado por la cultura actual.


LOS JUICIOS A “CRIMINALES”

En la pasada guerra ocurrieron mu­chas paradojas. Una de ellas fue que los nazis no mostraron gran entusias­mo por los tratados internacionales, tales como la Convención de Ginebra de 1929, referente al trato humanitario para los prisioneros. Sin embargo, en la práctica se ajustaron más celosamente a esos con­venios que sus contrincantes, pese a que éstos se ostentaron como de­fensores del Derecho Internacional y de todos los convenios humani­tarios tendientes a suavizar los horrores de la guerra.

Fueron los sistemas democráticos de Churchill, y no los totalita­rios de Hitler, los que adoptaron el acuerdo de hacer fuego contra las ambulancias aéreas de la Cruz Roja alemana que recogían pilo­tos náufragos en el Canal de la Mancha, y fueron esos sistemas los que dieron por resultado el espesamiento de prisioneros, según lo ad­mite -el general Desmond Young, del Ejército Inglés.

Cuando Francia cayó en manos de Alemania, ninguno de sus fun­cionarios o comandantes militares fue totalitariamente ejecutado co­mo represalia por haber declarado la guerra al Reich. Los generales Gamelin y Weygand y los políticos Paul Reynaud, Daladier, el judío León Blum y otros muchos líderes que tan animosos proclamaron la necesidad de aniquilar a Alemania, fueron vencidos y capturados, pero se les respeto como prisioneros y pudieron sobrevivir bajo cus­todia alemana para luego exigir que quienes les habían respetado la vida fueran ahorcados como "criminales de guerra".

Los aliados occidentales hicieron numerosas ejecuciones sumarias y luego montaron tribunales en que eran juez y parte. Hasta el 19 de diciembre de 1946 habían condenado a muerte a 1,432 prisioneros alemanes, y a largas penas de prisión a 15,413, pero otros muchos miles se hallaban pendientes de sentencia.

Por su parte, los soviéticos expulsaron a millones de civiles de la parte oriental de Alemania y a otros muchos los llevaron como es­clavos a la URSS, donde los tuvieron trabajando en condiciones tales que la mayoría moría en meses, de agotamiento y desnutrición. El perito germano Walter Ludde-Neurath logró reunir datos según los cuales perecieron tres millones de alemanes en la zona oriental. Las vejaciones sufridas por otros muchos millones de alemanes son inenarrables.
El escritor inglés F. J. P. Véale dice que los alemanes eran reunidos por las tropas soviéticas en gigantescos rebaños humanos y condu­cidos al Oriente casi sin ropa ni alimentos. Aquello fue una matanza peor, afirma, que las de Dresden, Hiroshima y Nagasaki.
El 2 de septiembre de 1950 (5 años después de terminada la guerra), se calculaba en Washington que millón y medio de prisioneros alemanes habían perecido en Rusia. En 1963 la Asociación Alemana de Repatriados aún no lograba averiguar la suerte de un millón doscientos mil soldados y setecientos mil civiles alemanes conducidos a la URSS.

Más de 150,000 anticomunistas auténticos, que eran rusos, eslo­venos, croatas, yugoslavos, etc., al terminar la guerra se .pusieron a las órdenes de Occidente y rindieron sus armas ante las tropas bri­tánicas después de que se les ofreció asilo. Pero Churchill cometió entonces uno de los actos más ruines de la historia. Desarmado el grueso de esas tropas, Churchill ordenó que fueran entregadas a los bolcheviques, quienes se dedicaron a asesinar cautivos. Y además de los militares, también fueron entregados a los rojos 35,000 civiles (incluso mujeres y niños) qué se negaban a regresar a la URSS.



El rumano Traian Romanescu (1) dice:

Cuando estos hombres sin defensa, amontonados unos con otros y deteniéndose las manos, rehusaban subir a los camiones llegados para "repatriarlos", los ingleses intervinieron con los tanques asesinando a seres inocentes que se oponían a ser enviados a la muerte. Este macabro espec­táculo duró tres días. Entre Linz y Viena hay ahora un cemen­terio común de los cosacos asesinados por los piratas de Chur­chill y de Su Majestad, el rey lacayo de la judío masonería de Inglaterra... Han pasado años desde entonces, Churchill continúa siendo considerado por los puebles ignorantes de la verdad como uno de los grandes hombres del Occidente cristiano". El yugoslavo Milovan Djilas dice que se enteró "con espanto" de que en Prüsia Oriental los soviéticos mataban a palos a los niños alemanes, pero más le sorprendió que cuando entraron en Yugoslavia —país que durante 4 años había luchado en el mismo bando que la URSS— los soviéticos cometieron toda clase de tropelías con la po­blación civil. Pero más le sorprendió después a Djilas oír comentar a Stalin que "había que dejarles un poco de iniciativa a los soldados".
(1) "La Gran Conspiración Judía".—Por Traían Romanescu.—1956.
Y en tanto que ocurrían todas esas matanzas bajo la sombra del Ejército Rojo y la complicidad de Churchill y Harry SalomónTruman se montaba en Nuremberg el más famoso de los juicios contra "crimínales de guerra" nazis. Hubo no menos de 24,000 “juicios”, y además matanzas colectivas sin proceso alguno, pero al de Nuremberg se le dio vasta publicidad porque ahí iban a ser ahorcados los 12 jefes principales del régimen de Hitler.
¿Y por qué fue en Nuremberg y no en Berlín? ¿Por qué en Nuremberg y no en la capital, que era donde convergían .las autoridades de las cuatro naciones ocupantes? El porqué de ese aparente capricho se remonta al 15 de septiembre de 1935, fecha en que se promulga­ron en Nuremberg los decretos inspirados por Hitler para que la vida artística, cultural, comercial, económica y política de Alemania se sus­trajera a la desproporcionada influencia que ejercía sobre ella una mi­noría étnica de hebreos. Mediante esos decretos el régimen nazi cometía el "crimen" de hacer que el país conservara sus propios cauces nacionalistas.

Nuremberg fue simbólicamente la venganza del poder secreto is­raelita contra el único movimiento político e ideológico quejo ha desafiado en los últimos siglos.

La ignominia de ejecutar a los caídos rara vez ha cabido en la dura, pero limpia alma del soldado. Entre todos los auténticos guerreros hay caballerosidad por sobre todas las diferencias raciales, mas el hebreo no tiene nada de común con el franco espíritu de la milicia que desde el uniforme y las insignias ostenta lo que.es y para lo que es. El judío, por el contrarío, rehúye todo lo que sea lucha abierta y prefiere lo encubierto y lo insidioso.

No obstante ser enemigo de Pompeyo, César reprobó que Teodosio lo hubiera ejecutado al hacerlo prisionero. A los generales cap­turados procuró ganárselos y escribió a Roma que el fruto de su vic­toria era salvar a algunos de aquellos que siempre le habían sido contrarios. Más tarde lamentó que otro de sus grandes enemigos, Catón, se hubiera suicidado, y en su memoria trató con indulgencia a los prisioneros. Plutarco refiere asimismo que Alejandro Magno era tan benigno en la victoria como terrible en el combate. En la India luchó enconadamente contra el rey Poro, mas luego que lo tuvo en su poder desistió de todo intento de venganza.
Batú Khan, nieto de Gengis, rendía honores militares a sus enemigos muertos que se habían distinguido por su valentía y en muchas oca­siones perdonó la vida a los prisioneros más valerosos. Siempre ha ido una norma de honor que ante la rendición, el vencedor no abuse de su poder absoluto que lo vuelve amo y señor de quienes han de­puesto las armas. Durante la guerra toda violencia tiene la atenuante de la lucha misma y la justificación de la propia defensa. La historia nos enseña que el odio del guerrero es implacable y brutal, pero no perdurable. Hiere como el rayo, mas desaparece junto con el relámpago de su ira. .

La victoria y la paz llevan siempre consigo un principio de serenidad que en mayor o menor grado desarma, humaniza y hasta torna gene­roso al vencedor. Pero el movimiento político judío no tiene aún la sensación de la victoria; después de 5,000 años de lucha por la hege­monía del mundo, Nuremberg fue sólo un peldaño más en el ascenso material del pueblo "elegido", pero no la paz. De ahí el extraño en­carnizamiento con los vencidos.

Y así las cosas, se erigió el Tribunal Militar Internacional integrado por funcionarios de Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y Rusia. Contrariando los más elementales principios de derecho, jueces y fis­cales eran a la vez "juez y parte". Salvo permiso especial los acusados no podían hablar y los defensores debían ser “antinazis”, lo cual equi­valía a que el reo tuviera un fiscal más, pero no un defensor.

Se estableció el absurdo de que el hecho de haber recibido órdenes su­periores no relevaba de responsabilidad a ninguno de los acusados. Con respecto a la prueba, "el Tribunal no estaba sujeto a ninguna regla de prueba", y las declaraciones de los testigos podían aceptarse o no. La declaración del acusado era interrumpida en cuanto lo pedía el fiscal. Hablar de la invasión soviética de Polonia estaba prohibido, pero no de la invasión alemana.

Numerosos judíos, que habían emigrado de Alemania a Estados Unidos, regresaron como miembros del Tribunal. Muchos aún no po­dían pronunciar bien el inglés.

"No era necesaria tanta cosa para matarnos", comentó el maris­cal Goering. Cuando junto con Hitler ascendió al poder, Goering trabajó infatigablemente y en pocos años forjó la Luftwaffe. Luego se durmió .en sus laureles y se volvió disipado y amante de la vida fácil. Por último, en la dureza del cautiverio, reverdecieron su vo­luntad" y su inteligencia. A veces hacía pasar muy malos ratos a sus jueces, con respuestas certeras y sarcásticas, tanto que un día el fis­cal Jackson tuvo un acceso de cólera al sentirse ridiculizado, arrojó un legajo de actas lejos de sí y protestó contra el "insubordinado reo".

A todos los reos se les acusó de haber propiciado el rearme de Alemania; de haber invadido varios países y de haber encauzado la educación de la juventud hacia ideales nacionalistas, pero todos estos "delitos" eran también compartidos por quienes juzgaban a los reos, pues también en sus respectivos países hubo rearme y también in­vasiones y educación juvenil a su modo. El cargo, más grave —en rea­lidad el único que movía al tribunal— fue el de que los nazis habían perseguido al movimiento político judío, acto al cual se le dio el su­gestivo nombre de "crímenes de guerra contra la humanidad". Otro cargo grave fue que los jefes nazis habían barrido con las institu­ciones secretas masónicas, que son uno de los brazos más eficaces del movimiento político judío. Y a eso se le llamó intolerancia y to­talitarismo.


Sin ningún recato el Tribunal fue produciendo sobre la marcha con­ceptos nuevos de ley penal y aplicándolos con efectos retroactivos. Se dio el absurdo de que el ministro de Relaciones, Von Ribbentrop, fuera acusado de haber hecho esfuerzos para ganarse la alianza del Japón, como si los aliados no hubieran hecho otro tanto —y hasta recurrido a la presión económica— para forjar la mayor coalición de la historia. Ribbentrop pidió que se interrogara a Churchill sobre los esfuerzos que el propio Ribbentrop había realizado para impedir que la Gran Bretaña le declarara la guerra a Alemania, pero su pe­tición fue rechazada. Preferentemente eran llamados testigos que po­dían servir para inculpar. Los soviéticos llevaron al mariscal Von Paulus, el de Stalmgrado, quien hablando en forma muy extraña calificó de infundada y criminal la ofensiva alemana contra la URSS. Keitel y Jodl le refutaron que se habían congregado 155 divisiones soviéticas e espaldas de Alemania, mientras ésta luchaba en el frente occiden­tal, y Von Paulus dijo... ¡que no lo recordaba! Goering le gritó:
"¡Traidor!" (I) .

A los prisioneros se les tuvo a ración de hambre casi un año; tenían centinela de vista en sus celdas el cual por las noches de rato en rato les echaba una luz en la cara; se les vistió de harapos y sólo se les permitían ropas decentes al comparecer ante los "jueces". Salvo raras excepciones les estaba prohibido

(1) Quienes habían conocido bien a Von Paulus dijeron haberlo visto muy cambiado y que en ocasiones hablaba precipitadamente y con expre­sión del que ve aproximarse un peligro. (En 1957 murió en Dresde bajo vigilancia soviética).

comunicarse entre sí y se les vigilaba hasta en la regadera. A veces visitaban la prisión algunos invitados, que Nevaban gemelos de teatro y caminaban identificando a cada reo como si fuera animal de un zoológico.

Al mariscal Goering lo golpeó un guardia porque aquél le pidió que le devolviera su silla. Streicher se quejó de que sus captores lo habían golpeado y escupido dentro de la boca, pero sus jueces re­pusieron que no era eso lo que se estaba juzgando en el Tribunal.

Streicher, que había cometido el "delito" de publicar un periódico hostil al movimiento político judío, se quejó de que su defensor se negaba a presentar pruebas a su favor porque temía sufrir repre­salias. El defensor pidió al Tribunal que lo relevará de su cargo, pero se le contestó negativamente. Desde 1923 hasta 1945 Streicher editó "el infame semanario antisemita Der Stuermer", dijo el Tribunal, y se le declaró culpable de "crímenes contra la humanidad". Pena: la horca.

Es significativo que el único ex ministro de Hítler absuelto en Nuremberg fuera Schacht. Desde antes de empezar la guerra éste mantenía secretas conexiones con la maquinaria económica israelita y fue un eficaz traidor. Antes de la guerra, saboteó el rearme del ejército alemán, puso diversos obstáculos en el camino de Hitler, y ya en plena contienda enviaba secretos al extranjero y alentaba a los generales Witaleven, Hoeppner, Lindemann y otros a que actuaran contra Hi­tler. El Tribunal de Nuremberg le reconoció sus "méritos" y lo dejó libre. Aunque sin un solo centavo porque de sus depósitos bancarios no habían quedado constancias debido a la guerra, Schacht resultó luego propietario de un banco, "Schacht and Co.". en Duseldorf, donde vive actualmente.

El fiscal inglés Sir Hartley Shaweross especificó que la competen­cia del Tribunal se extendía también "a los actos cometidos contra los judíos alemanes domiciliados en Alemania". Esto sienta un precedente extraordinario en todo el mundo porque significa que el hebreo cons­tituye siempre un Estado dentro de otro. Su nacionalidad de naci­miento o de naturalización no pasa de ser un convenenciero mime­tismo que le ayuda a penetrar en los círculos no judíos.

Fueron tantas las irregularidades del Tribunal Internacional que el juez norteamericano Carlos F. Wennerstrum de la Suprema Corte de Justicia de lowa, declaró que "abogados, burócratas, intérpretes e investigadores eran individuos que habían adquirido la naciona­lidad norteamericana hacía poco tiempo y que estaban todavía embebidos en los odios y prejuicios europeos. Una gran parte de esos nuevos norteamericanos (judíos) cruzaron el Atlántico duran­te la guerra, no porque sintieran amor por América, sino porque temían a Hitler:.. La defensa tuvo acceso solamente a aquellos documentos que los fiscales consideraron como material en el caso".
Para colmo, hasta se acusó a los procesados de la matanza de 15,000 oficiales polacos en Rusia, no obstante que había sido reali­zada por los bolcheviques, quienes paradójicamente fungían también de jueces. Después del suicidio del Dr. Ley quedaron solamente once reos condenados a muerte. Las sentencias fueron promulgadas el 30 de septiembre de 1936, o sea .17 meses después de la rendición, y se fijó el 15 de octubre para las ejecuciones.

Ribbentrop sintetizó la situación de él y sus compañeros al escribir que según sus jueces sólo se habrían librado de ser "criminales" cons­pirando para capitular. Negociar la paz era imposible porque los alia­dos no querían paz, sino "rendición incondicional". "Así yo soy uno de los que pulveriza el molino de la Historia". La noche de las ejecuciones llovía en Nuremberg.

Como última concesión se aumentó la cena a los condenados: en­salada de patatas, carnes frías, té y pan de centeno. Ribbentrop el mariscal Keitel, el general Jodl y otros cambiaron sus trajes de pre­sidio por sus viejos uniformes y se afeitaron. Goering, el segundo, de Hitler, se sustrajo al verdugo envenenándose con cianuro. (I) Los alia­dos, profundamente contrariados, hicieron llevar el cadáver de Goer­ing al lugar de las ejecuciones como un simbolismo.

En el gimnasio de la prisión se habían construido tres horcas. Dos iban a usarse alternativamente y la otra quedaría en reserva.
Diez reflectores, iluminaban profusamente el gimnasio como si fue­ra un día de fiesta.

El primero en llegar al cadalso fue .Joaquín Von Ribbentrop, dé 53 años, ex ministro de Relaciones. La víspera había dirigido la siguiente carta a su hijo Rodolfo: "Emprenderé mi último viaje sin vacilar, con la seguridad de haber hecho como buen patriota alemán, todo lo que he podido... Un día la verdad saldrá a la luz pública... Despedirme de vosotros me resulta difícil, muy difícil. Pero tie­ne que ser así y no debemos quejarnos. Permaneced unidos en la suerte y la desgracia, y creedme cuando os digo que yo y todo
(1) Fracasaron todas las investigaciones para saber cómo se había he­cho Goering del veneno. Durante d proceso compareció un día como tes­tigo de cargo del general de las SS Von dem Bach-Zelewski, quien dijo que Himmler se proponía asesinar 30 miñones de seres. El cargo se disipó allí mismo al comprobarse que Himmler calculó un día que la guerra causaría 30 millones de bajas. Al salir de la sala el general Zelewski, Goering se levantó y encarándose a el le gritó "cerdo!"
Sin embargo, ha circulado la versión de que ese incidente fue deliberada­mente buscado para que Zelewski le suministrara el veneno. En 1962 Ze­lewski fue encarcelado bajo la acusación de que 29 años antes había obede­cido la orden de ejecutar a unos traidores comunistas.

mi cariño estarán siempre con vosotros. Te abrazo, que­rido hijo".

Ribbentrop caminó hacia la horca con las manos esposadas a la espalda y custodiado por dos guardianes. Para ese momento había logrado ya dominar la nerviosidad. Era la 1.11 de la madrugada del 16 de octubre. En presencia de los funcionarios norteamericanos; ru­sos, ingleses y franceses, de los periodistas y de unos cuantos fun­cionarios invitados de honor, se le permitió nacer una última decla­ración:

"Dios proteja a mi Alemania—dijo Ribbentrop—.Mi último de­seo es que Alemania alcance su bienestar y que el oriente y el oc­cidente lleguen a un entendimiento. Deseo la paz para el mundo". El corresponsal americano Kingsbury Smith relató que "Von Ribben­trop pudo manterter su aire de superioridad hasta el fin. Caminó con paso firme hasta el cadalso. No contestó cuando se le llamó por primera vez. Al segundo llamado repuso con voz fuerte: ¡Joa­quín Von Ribbentrbp!"

Tras de la declaración Ribbentrop dejó la mirada fija rectamente y apretó los labios. A la 1.16 cayó la trampa; a la 1.30 fue declarado muerto. Al funcionar la horca, cada reo caía exactamente la altura de su cuerpo más 15 centímetros.
El siguiente fue el mariscal Wilhelm Keitel, de 64 años, jefe del alto mando alemán. Superviviente de dos guerras, llevaba 45 años de soldado; era conocido como "el hombre silencioso"; trabajador de capacidad enorme, muy cuidadoso de los detalles. Había pedido a sus guardianes que le avisaran poco antes de llevarlo a la horca a fin de "arreglar su celda y dejarla limpia". Vivió una vida espartana y se decía que sólo su mujer lo conocía verdaderamente. Cuando su hijo menor, el teniente Hans, murió en julio de 1941 en la batalla de Smolensk, el mariscal se mantuvo impasible porque decía que era poco germánico mostrar duelo por un hijo que había alcanzado el honor supremo de morir en el campo de batalla.

El periodista Smith dice que Keitel mostró "el mismo estoi­cismo al acercarse a la muerte que ante el Tribunal y en la pri­sión. B mariscal prusiano entró en la cámara de ejecución con la cabeza muy alta. Miró alrededor en tanto que sus manos eran atadas con pedazos de cuero. Caminó con prestancia militar en­tre los dos guardias hasta la escalera del patíbulo, la que subió lenta, pero firmemente... Al parecer pensó en sus dos hijos que habían muerto en el frente ruso y dijo: "¡Ruego a Dios Todopo­deroso que se apiade del pueblo alemán! Más de dos millones de .alemanes murieron por su patria antes que yo. Sigo ahora los pasos de mis hijos. ¡Todo por Alemania!" (I)

Hace más de dos mil años los persas llamaron a los generales grie­gos de Ciroel Joven para parlamentar y luego los asesinaron. Desde entonces nada semejante había vuelto a ocurrir en el mundo hasta Nuremberg. Keitel y Jodl, generales alemanes, parlamentaron con los aliados y firmaron la rendición incondicional. 17 meses más tarde se les ahorcaba.

Después de Keitel tocó su turno al general Alfred Jodl, de 54 años ¡efe del Estado Mayor de Hitler y fiel servidor de éste. Varios testi­gos refirieron que Jodl salió de su celda normal y casi alegre, "no de­plorando su suerte, sino la de los que dejaba tras él". Al subir al ca­dalso gritó:
"¡Os saludo, mi Alemania!"

Julius Streicher, de 61 años, editor del periódico "Der Stuermer", enemigo del movimiento político judío, había sido capturado por el mayor Henry Plitt, oficial judío del ejército norteamericano. Cuando llegó ante la horca, gritó con toda la fuerza de sus pulmones: "¡Heil Hitler!"

"El grito de 'Heil Hitler1 —*dice Kingsbury Smith— produjo un escalofrío a este corresponsal... Streicher fue vuelto para que lo vieran los representantes aliados.


(1) Según los registros finales, murieron dos millones de soldados ale­manes y desaparecieron 1.400,000 más. Se infiere que parte de estos fue­ron muertos al ser capturados por los soviéticos y que otros fueron murien­do después en los campos de trabajo forzado o se hallan aún en la URSS.
Con un odio salvaje retratado en sus ojos Streicher contempló a los testigos y gritó:

'¡Fiesta del Purim de 1946!' “(I)

(Él Purim es un día de fiesta judío. 508 años antes de Cristo el mi­nistro Aman logró que el rey de Persia, Asuero, decretara la ejecución de los judíos que estaban minando al Imperio, pese a que éste les había dado albergue. Pero resultó que el poder israelita se había infiltrado hasta las más altas esferas y la mujer del rey Asuero era la judía Ester, sobrina de Mardoqueo. En consecuencia, ella logró que el Ministro Aman y sus diez hijos fueran asesinados y que el rey expidiera otro decreto autorizando a los judíos para "defenderse" lo cual dio lugar a que éstos mataran a sus principales enemigos,
(1) Ester, 9. 1-32.
pero como no pudieron acabar con todos, se les autorizó para seguir haciéndolo al día siguiente. Esos dos días de matanzas son anualmente recordados por los judíos, como fiesta del Purim. Los niños israe­litas hacen estas declaraciones en coro: ''¡Maldito Aman!, bendito Mardoqueo. Maldita Zares, esposa de Aman; bendita Ester —la rei­na judía—. {Malditos idólatras! Bendito Harbona, que ahorcó a Amán").(l)

Lo anterior explica el grito de Streicher. Cuando el eco de su voz se apagó, un coronel aliado dijo a un guardián: "¡Pregunte su nombre a este individuo!"
—¡Usted sabe bien mi nombre! —replicó Streicher. El coronel insistió y Streicher volvió a gritar: "¡Julius Streicher!" Luego subió los escalones de la horca y dirigiéndose al verdugo le dijo: "Los bolcheviques lo colgarán a usted algún día".

Ya con la soga al cuello agregó: "Y ahora todo queda en manos de Dios". Y en tanto que era ajustado el capuchón, se escuchó a Strei­cher musitar estas palabras: "Adela, mi esposa amada"...

Y así fueron siendo ahorcados Ernesto Kaltenbrunner, Fritz Sauckel, Hans Frank, Arthur Seyss Inquart, Wilhelm Frick, y por último Alfred Rosemberg, que cuando se le preguntó en el cadalso si tenía algo que decir, repuso: "¡No!" Previamente había declarado: "Mi lucha por la idea más noble que jamás nadie luchara, levantando una bandera para más de cien años, no constituye un crimen".
(1) Enciclopedia Espasa.

Los once cadáveres y las diez sogas del patíbulo fueron conducidos secretamente a un sitio desconocido, donde-se les incineró; y des­pués, también como un secreto de Estado, las cenizas fueron tal vez arrojadas al Atlántico o al río Isar, cerca de Munich.

El presidente Harry Truman (Harry Salomón Schipp, Gran Maestre de la Gran Logia de Missuri) comentó: "No vaciló en afirmar que el histórico precedente establecido en Nuremberg justifica con creces el desarrollo de esfuerzos prodigiosos". Por su parte el verdugo sargento John Woods, manifestó ufano: "Todo salió a la perfección... No estuve nervioso... El viejo Streicher me miró al rostro cuando dijo: "algún día los bolche­viques los ahorcarán a ustedes". Yo le devolví su desafiante mi­rada. Tales individuos no pueden asustarme... Ajusticié a diez hombres en ciento tres minutos. A eso le llamo yo trabajar apri­sa... Creo que Sauckel empezó también a gritar: 'Viva Hitler' cuando le colgué el capuchón, pero le impedí que continuase, apretándole la soga... Haré lo que pueda por que se ascienda a los soldados que me ayudaron... Creo que se les recompensará.

Las ejecuciones de prisioneros prosiguieron durante seis años, a par­tir del armisticio. Significativamente a todos los reos se les condenaba por haber encarcelado o ejecutado a conspiradores, saboteadores o guerrilleros judíos. Todavía el 7 de junio de I95l.se dio el caso de que fuera ahorcado hasta el sargento George Schaellermair, de las SS., que pasaba lista a los reos israelitas de la prisión de Muehlendorf. Y en enero de 1957 se abrió proceso al general Sepp Dietrich y al ma­riscal Ferdinand Schoerner, este último después de pasar diez años cau­tivo de los soviéticos. Muchos oficiales todavía se hallaban detenidos 21 años después de terminada la guerra.

En 1966 continuaban hacién­dose veintenas de aprehensiones de antiguos funcionarios o militares, bajo presión de supervisores judíos como Karl Marx, con sede en Dusseldorf, homónimo del autor de "El capital". La enemistad política entre cristianos generalmente se olvida al concertarse el armisticio, pero la enemistad del movimiento político hebreo no desaparece jamás.
En las cárceles de Bélgica, de Alemania y de otros países europeos hayaun miles de prisioneros políticos; a muchos de ellos se les mantieneen celdas individuales durante años, hasta que en soledad absolutasufren trastornos mentales y entonces son declarados "locos" y re­fundidos para siempre en la reclusión y el anonimato.

Los delitos cometidos durante la guerra deberían prescribir legalmente a los 20 años, o sea en mayo de 1965, pero hubo gran presión internacional y el plazo se amplió 5 años más. En 1965 se hallaban en trámite trece mil procesos y la URSS pidió que en este caso no haya prescripción jamás. . .
Al terminar la guerra, los aliados condenaron en masa a las fuerzas SS. En 1930 el general Von der Schulenburg, veterano de la primera guerra, planeó la formación de una tropa escogida, móvil y audaz, inicialmente llamada "Schutz-Stuffel" (Sección de Defensa) comúnmente conocida con la abreviatura SS. El general Paul Hausser se encargó del entrenamiento. La edad para los reclutas era entre 17 y 19 años; se exigía una salud a toda prueba e intachables antecedentes. El adiestra­miento y la disciplina eran particularmente severos. Se enfatizaba la fidelidad, el sentimiento caballeresco, la dignidad humana, el valor y una entrega total al sentido del deber.

Las Waffen SS se hallaban sujetas a las Ordenanza de todas las fuer­zas armadas, con igual armamento y alimentación. Sus integrantes sen­tían orgullo de que su disciplina fuera extremadamente dura. Durante la campaña de Francia se dio el caso de que, cerca de la ciudad de Vesoul, un ciudadano francés se quejara de que su esposa había estado a punto de ser forzada por un soldado de la 2a. división SS "Das Reich". Aunque la señora no mostraba signos de violencia, al acusado se le hizo un consejo de guerra y se le fusiló.

Durante la guerra llegaron a operar 41 divisiones SS, incluso 10 blin­dadas y 14 de granaderos, con un total de un millón de hombres. Había voluntarios de todos los países occidentales, europeos, con Holanda a la cabeza, que tuvo 55,000 enrolados. También militaron 53,000 rusos.

Las bajas sufridas por las SS fueron las más altas, en proporción, des­pués de las padecidas por los submarinos.

Al terminar la guerra todos los miembros de las SS fueron privados de sus derechos cívicos y miles de ellos perseguidos, fusilados o encar­celados.

El número de prisioneros alemanes ejecutados asciende a veinte­nas de miles. Todos ellos tuvieron cuando menos el consuelo de sa­ber —como dijo William Joyce— por qué morían. Joyce nació en Estados Unidos y a la edad de 15 arios emigró a, Inglaterra, de donde a los 33 años se trasladó a Alemania y durante toda la guerra trans­mitió programas de radio bajo el seudónimo de "Lord Ja Ja".

En esos programas trató de persuadir al pueblo británico de que no se dejara arrastrar por los judíos. Cuando fue capturado se le procesó y se le condenó a la horca. Joyce demostró que era ilegal que un tribunal inglés lo juzgara, pues él era norteamericano y por tanto no podía ser "traidor" a Inglaterra, de b cual se le acusaba. El Tribunal esgrimió el pretexto baladí de que Joyce había disfrutado de un pa­saporte británico.


Al subir"a la horca William Joyce declaró: "En muerte, lo mis­mo que en vida, desafío a los judíos que causaron esta ultima guerra... Estoy orgulloso de morir por mis ideales y lamento la suerte de los hijos de Gran Bretaña que murieron sin saber porqué".

Extractado de “Derrota Mundial” de Salvador Borrego E.

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